SÁBADO SANTO. Reflexiones de vida
Es el día del silencio: la comunidad cristiana vela junto al sepulcro.
Callan las campanas y los instrumentos.
Se ensaya el aleluya, pero en voz baja.
Es día para profundizar.
Para contemplar.
El altar está despojado.
El sagrario, abierto y vacío.
La Cruz sigue entronizada desde ayer.
Central, iluminada, con un paño rojo, con un laurel de victoria. Dios ha muerto. Ha querido vencer con su propio dolor el mal de la humanidad.
El Sábado es el día en que experimentamos el vacío.
Eso sí, no es un día vacío en el que “no pasa nada”.
Ni un duplicado del Viernes.
La gran lección es ésta: Cristo está en el sepulcro, ha bajado al lugar de los muertos, a lo más profundo a donde puede bajar una persona.
El Sábado está en el corazón mismo del Triduo Pascual.
Entre la muerte del Viernes y la resurrección del Domingo nos detenemos en el sepulcro.
Un día puente, pero con personalidad.
Son tres aspectos – no tanto momentos cronológicos – de un mismo y único misterio, el misterio de la Pascua de Jesús: muerto, sepultado, resucitado.
Este estado de Cristo muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos.
Es el misterio del Sábado Santo en el que Cristo depositado en la tumba manifiesta el gran reposo sabático de Dios después de realizar la salvación de los hombres, que establece en la paz al universo entero”.
Es un día para en silencio reflexionar Y pienso… y pienso detenidamente… pienso en mi vida… pienso en cómo trato al Señor: ¿cómo te trato a ti, Jesús? ¿Cómo es mi vida contigo?
¿Cómo son mis encuentros?
¿Cómo es mi amor?
¿Qué amor tengo?
¿Qué desamores tengo contigo?
Y reflexiono sobre el trato, sobre el amor que tengo a los demás, a los míos, a todos los que me rozan: si les hago sufrir, mis gestos, mis palabras, mis detalles, mis acciones, todos los desamores, que se los he hecho a ellos, pero te los hago a ti, porque Tú estás en ellos.
¿Cómo es mi situación interior?
¿Con paz?
¿Turbulenta?
¿Cómo me encuentro?
Las cruces que inciden y que hacen sufrir a los demás; esas cruces que no sé cómo llevar y que no quiero: mis faltas de amor, mis egoísmos, mis orgullos, mis quejas, mis comodidades, mis tibiezas, mis tristezas, mis incomprensiones, mis exigencias, mis juicios, mi indiferencia, mi tibieza… en el silencio de tu corazón, me dejo resucitar con los símbolos de este día, de esta vigilia tan explosiva, la Vigilia de Pascua:
El símbolo del fuego —“quema, corta y quema todo lo que en mí no sea de tu puro amor”—;
el agua —“limpia, lava, quítame todo lo que ves que está sucio, que no es puro, que no gusta, que es mancha”—;
la luz —“la alegría, que irradie fuego, alegría, ilusión”—.
Y si, hay que morir al paradigma egoísta, y renacer en la luz de tu amor.
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