Nunca había sido tan difícil ser mamá. Reflexiones de vida
Antes a mamá no se le juzgaba, no se le examinaba, no se le calificaba… metiches siempre ha habido, pero eran a nivel familiar, en “petit comité”, dentro de casa; como la famosa tía Gertrudis que todavía existe y que representa a todos aquellos (hombres y mujeres) que, sin que nadie les pregunte llegan y te dicen que debes hacer y que no para alimentar, cambiar, arrullar, dormir, educar y etcétera al bodoque.
Pero ahora no. Hay redes sociales tapizadas de “opinólogos” de todo tipo, gurús y expertos que quieren enseñarte hasta como enseñar a dormir al bebé… es confuso. Los “coachs” se reproducen como hongos después de la lluvia y claro, ahora resulta que todos son expertos.
El resultado es que las mamás tienen miedo de equivocarse. Temen fallar en la crianza, en la alimentación, en la medicación y hasta en la forma de bañar al niño, que también por eso hay encarnadas discusiones en el “face”.
Sé que entre pediatras, psicólogos, nutriólogos, ginecólogos, odontólogos y gurús improvisados estamos confundiendo a las mamás que buscando información, lo que encuentran es confusión, contradicción y hasta juicios sumarios… me consta, que lo he visto.
Estimada mamá: cuando llegas conmigo con la cara de duda y el bebito en brazos, veo en tus ojos el temor de ser juzgada. Me avergüenzo…
¿Cómo es posible que lleváramos las cosas al grado tal, que sientas que cuando vas con el pediatra, o el psicólogo, odontólogo, o la maestra de la escuela, percibas que se te juzga o peor aún, se te condena?
Estimada mamá, tú estás bien. Quien pretenda juzgarte es el que está mal.
Despeja tus dudas, claro está, pero no te olvides de una cosa: tu instinto funciona y trasciende a tu experiencia. Si sospechas que tu niño debe reír más o hacer más travesuras, si el corazón te dice que lo tienes que abrazar en ese preciso momento o que debes llevarlo al doctor; lo más probable es que tengas razón.
Recuerda que al final del día, la única que cura los trancazos con un beso, eres tú.
Por mi parte, que Dios me permita recordar el consejo que me dio, lustros ha, un viejo maestro en mis años de residente: “Nunca subestimes los temores de una madre preocupada”.
¡Feliz días, mamás! Son únicas.
Dr. Alberto Estrada