La lección de la arruga Reflexiones de vida
Ayer volví de correr un poco. Me duché y al secarme observé que en mis brazos habían aparecido unas finas líneas de pequeñas arrugas, señal inequívoca de que me estoy haciendo “mayor”.
No me gustó ser consciente de esa realidad y noté mi pérdida de paz
Reflexioné pues todo desasosiego es una oportunidad para tomar conciencia y recordar…
En mi caso recordar una vez más “quién decido creer que soy” . ¿Soy este cuerpo que sí o sí envejecerá y desaparecerá?
No, claro que no. Ningún creador haría algo tan imperfecto, limitado, necesitado, caduco y dependiente. No tiene ninguna lógica
Como tampoco lo tiene el mundo donde mi cuerpo vive. Un mundo cuya regla de supervivencia es “matar para vivir” y que inexorablemente cumplen todos sus habitantes desde el principio de los tiempos
Cuando tomo consciencia y no me dejo llevar por los engaños de mi ego, cuerpo y mundo llego sí o sí a la conclusión de que “esto no puede ser todo lo que hay…” ¡Claro que no!
Y una serena esperanza empieza a surgir dentro de mí. Pero no puedo cantar victoria, no. Hay un apego, una identificación con el cuerpo y el mundo muy incrustada en mi inconsciente que he de sanar segundo a segundo y que me acompañará hasta mi último suspiro.
Así que tengo que ser muy listo y darle la vuelta a toda mi mente, a mi cuerpo y al mundo y usarlos como recordatorios continuos
Frente a una nueva arruga le diré: “Gracias por recordarme que no soy este cuerpo”
Frente a cada pensamiento de miedo y muerte me diré: “No soy un cuerpo”
Frente a mi apego al mundo me diré: “no, ya no me engañará más, ya sé que aquí no está lo que tanto anhelo”
Y ese trabajo contínuo me hará ir sonriendo poco a poco frente a todo suceder, frente a toda incomodidad, miedo o sufrimiento.
Me ayudará a ser el observador “feliz e indiferente” que es aquel que ya reconoce la irrealidad de esta experiencia y no se deja atrapar por ella y cuyo fruto es aprender el difícil arte de estar “conectado a todo pero apegado a nada”.
Si algo se me da, sonrío y me digo: “ahí no está”.
Si algo se me quita, sonrío y me digo: “ahí no está”
Pues nada que pueda cambiar tiene ningún valor real
Y como aquí todo cambia pues nada es real..
Así que nunca pasa nada realmente. Y si pasa, ¿qué importa? Y, ¿qué importa si pasa…?
Y entonces se empieza a “vivir en este mundo sin ser de este mundo” ya en la serena confianza de que hay otro, sí o sí, más allá de este.
Reflexión de Cristóbal Martínez
Mirna Jule
Excelente material. Lástima que no se puede imprimir